Si queremos que nuestro huerto sea totalmente ecológico, podemos, no sólo tratarlo como tal, sino sembrar semillas ecológicas recolectadas por nosotros mismos o adquiridas en el mercado.
Una semilla no ecológica cuyo fruto es tratado durante todo su proceso de forma ecológica, se convertirá en una semilla ecológica, eliminando de los genes de las plantas toda la información recibida de productos químicos.
No son semillas ni híbridas, ni transgénicas, y obviamente fortalecen la planta y el fruto. No obstante, muchos agricultores y agriculturas ecológicas no lo consideran fundamental, ya que piensan que la carencia de químicos durante su crecimiento es suficiente, pero utilizar semillas ecológicas o biológicas supone un valor añadido.
Al fin y al cabo, cuando compramos semillas para nuestra huerta, estamos adquiriendo productos de multinacionales que han sido tratados de forma irrespetuosa con el medio ambiente. La producción de semillas convencionales es una de las actividades agrícolas más contaminante.
Uno de los principios de la agricultura ecológica es el uso de semillas autóctonas fomentando su recuperación y garantizando un crecimiento saludable, ya que son plantas adaptadas en su totalidad al territorio. Son más resistentes que las convencionales. En nuestro huerto, debemos fomentar el uso de semillas ecológicas y autóctonas intentando recuperar especies que tradicionalmente han sido utilizadas en nuestra zona, devolviéndole así a la tierra lo que nos entrega a través de frutos y hortalizas.