Una construcción española para vigilar la amenaza del mar y a los propios portugueses.
Este fuerte al que podemos acceder por una empinada carretera fue mandado construir por el rey español Felipe II en el siglo XVI, ya que en aquel corto tiempo que Portugal y España eran uno. Su elevada situación permitía vigilar a los corsarios ingleses que venían a penetrar en la desembocadura del Sado por el pequeño acceso que permite la península de Tróia. Pero también miraba al interior, para estar siempre vigilante sobre las cabezas de los portugueses, no conformes con el dominio español.
Las vistas por tanto son espectaculares y la fortificación ofrece una visión privilegiada de la zona. A pesar de ser una pousada, se puede acceder a sus murallas levantadas sobre profundos fosos y asomarnos a las garitas para imaginarnos cómo se viviría en permanente vigilia, con un ojo en el océano y otro en la península Ibérica.
En el interior podemos comprobar de nuevo el habitual uso de azulejos para la decoración de estancias, como en la capilla castrense del siglo XVIII. No nos podemos marchar de Setúbal sin asomarnos a su fortaleza.