Olvidada por el viajero si se desplaza por autopistas, Alcácer do Sal vigila en el río el paso hacia la costa.
Situada a la orilla del río Sado, la ciudad fue colonia griega y ciudad romana, para recibir visitas de árabes (de ahí el origen de "Alcácer", en referencia a su castillo) y finalmente de los cristianos. Podemos encontrar pocos testimonios de tan rica historia si exceptuamos a la gran fortificación que vigila desde las alturas, bien conservada, y a la que podremos encaramarnos. La sal, que da nombre al lugar, pasó a la historia y ahora destaca el arroz como producto principal del estuario, que conforma la "Reserva Natural do Estuário do Sado". En la misma población podremos pedir una caneca y comer caracoles en la orilla del río, antes de cruzar por el puente de hierro, contemplando una espectacular puesta de sol por detrás del castillo.
Si pasamos a otras horas, en la misma ribera podremos disfrutar de pasteles caseros o probar la gastronomía de la zona mientras alguna pequeña barca regresa del estuario. Un descanso en nuestra búsqueda de la ya cercana costa.
Fotos de Manuel González.