Lo primero que hemos de tener claro es quiénes son nuestros clientes. Qué les gusta, cuáles son sus expectativas. Una tienda online no es bonita ni fea, funciona o no funciona.
Crear una tienda online no es hacer una obra de arte, es hacer una propuesta de venta al mercado, es generar valor. Si nuestro sector es el de la moda tendremos una necesidades de diseño diferentes a las que tendríamos con una tienda de jamones o de tecnología.
En cualquier caso una tienda online debe ser “google friendly”, es decir, debe estar optimizada para buscadores pero para eso tendremos que tener muy claro cuáles son nuestras palabras clave objetivo. ¿Cómo nos busca la gente? Si tenemos una clínica odontológica de poco nos servirá tener todo enfocado a “odontología” cuando todos nuestros potenciales clientes usarán la palabra” dentista”. Tendremos que tener mucho cuidado con la tecnología flash, ya que actúa como un velo que impide a Google ver lo que hay dentro.
Deberemos hacer la tienda muy visual, no olvidemos que muchos clientes solo tendrán la imagen de nuestra empresa y productos que nosotros les ofrezcamos online. Si somos una gran marca con presencia física importante deberemos alinear nuestra presencia online con la offline. Debe haber una coherencia para que haya credibilidad a la propuesta, adaptando por supuesto la forma de comunicar al medio donde nos encontramos.
La tienda deberá favorecer que los buscadores lleguen a ella y nos traigan consecuentemente potenciales clientes. Sin embargo, una vez que han llegado, el trabajo no ha hecho más que empezar. La tienda tendrá que ser usable, enfocada a la generación de ventas, analizaremos bien la navegabilidad, el saltar de un producto a otro, los cambios entre categorías y gestionaremos de la mejor forma posible el embudo de conversión: nuestro objetivo es que el cliente, siguiendo unos pasos sencillos y claros, acabe pagando y haciendo efectivo el carrito de la compra.
Aunque no vendamos productos sino servicios el proceso no debe cambiar demasiado. Al final lo que tenemos es siempre un embudo de conversión, en el caso de los productos se realiza una compra y en el caso de los servicios, unas veces, una compra (como en los viajes) y otras, un contacto, por email, formulario de contacto, teléfono o chat. La idea es que a raíz de ese contacto establecido entre nuestra empresa y el potencial cliente se establezca un vínculo que acabe en venta, online u offline.