Si nuestra empresa quiebra no sólo nos veremos perjudicados sus dueños, sino que también lo estarán nuestros trabajadores, competidores, proveedores… Lo mismo ocurre si nuestra empresa genera beneficios.
Todos estos grupos a los que afecta la evolución y el funcionamiento de nuestra empresa forman nuestros stakeholders. El término stakeholder fue utilizado por primera vez por R. E. Freeman en su libro Strategic Management: A Stakeholder Approach (1984), en el que lo definía como: “quienes pueden afectar o son afectados por las actividades de una empresa”.
Es decir, los stakeholders son todos los actores sociales que pueden verse afectados por las decisiones y objetivos de una empresa, tanto de forma positiva como negativa, a la vez que influyen en dichas cuestiones. Varios expertos coinciden en que la definición más correcta de stakeholder sería “parte interesada” (del inglés, stake: apuesta y holder: poseedor). Existen dos tipos de stakeholders:
- Activos: son claves en el funcionamiento de la organización y tienen algún tipo de relación económica con la misma, por ejemplo, accionistas, clientes, proveedores y trabajadores.
- Pasivos: no participan directamente en la empresa pero sí afectan a su funcionamiento y se ven afectados por sus acciones, como los competidores, los medios de comunicación, las organizaciones civiles y gubernamentales vinculadas…
Escuchar a nuestro grupo de stakeholders nos brindará indudables ventajas y nos permitirá desarrollar nuestra empresa de forma óptima. Es fundamental que desarrollemos mecanismos de compromiso con las demandas de nuestros stakeholders, así generaremos confianza y empatía y podremos desarrollar estrategias para nuestros grupos de interés que consigan una mejor recepción. La preocupación por nuestros stakeholders tiene que ser una cuestión esencial a la hora de diseñar nuestra estrategia de Responsabilidad Social Corporativa.