“Pelillos a la mar” es una expresión utilizada para firmar la paz, se trata de una invitación a la reconciliación tras un conflicto. ¿De dónde viene?
La RAE presenta dos acepciones sobre este dicho:
1. Expresión. Utilizada por los muchachos para afirmar que no faltarán a lo que han tratado y convenido, lo cual hacen arrancándose cada uno un pelo de la cabeza, y soplándolos dicen: “Pelillos a la mar”.
2. Expresión. Olvido de agravios y restablecimiento del trato amistoso.
Habitualmente se usa en el sentido de esta segunda acepción, no obstante, sí que encontramos un juego infantil en su origen. Francisco Rodríguez de Marín en sus Cantos populares españoles (1882-1883) habla sobre un juego que utilizaban los niños en Andalucía para zanjar una disputa y hacer las paces. Se trataba de recitar una pequeña canción mientras se arrancaban mutuamente un pelo y soplaban para que el que viento se los llevara al mar:
- ¿Adónde va ese pelo?
- Al viento.
- ¿Y el viento?
- A la mar.
- Pues ya la guerra está acabá.
Al parecer, el origen de este pequeño juego está en La Ilíada, en concreto, en un pasaje que cuenta que, tras el conflicto entre griegos y troyanos, consecuencia del secuestro de Helena, la esposa de Menelao, por Paris, celebraron un banquete para firmar la paz. Para este banquete sacrificaron unos corderos a los que se les había cortado previamente algunas lanas para arrojarlas al mar como muestra de reconciliación.
Otra versión menos poética sobre el origen de esta expresión, lo sitúa en Málaga en el siglo XVI, en la disputa entre un hombre y un barbero. El hombre iba siempre al mismo barbero a cortarse el pelo hasta que el barbero decidió emigrar a América. Entonces el hombre se enfureció con el que no era solo su barbero, sino su amigo, y el barbero, para compensar a su amigo, trató de enviarlo a un nuevo barbero, pero no sirvió. El nuevo barbero fue el que salió perdiendo en esta disputa, pues el hombre enfadado difundió el rumor entre los vecinos de que el barbero guardaba el pelo que cortaba y con él hacía brujería a los que no pagaban a tiempo. Como resultado, el barbero se quedó sin clientela y tuvo que cerrar su negocio. Ni corto ni perezoso, el babero retó a un duelo al responsable de sus penalidades. El cliente aceptó el duelo y, cuando estaba a punto de ser rematado por el barbero, pidió perdón. Ambos, barbero y cliente reconciliados, decidieron ir a las Américas llevándose todo el pelo que el barbero había almacenado para tirarlo a la travesía como símbolo de una nueva vida.