Las mujeres en África no tienen ningún derecho reconocido y en sus escuelas únicamente se perpetúa una tradición que se transmite de madres a hijas, la ablación o mutilación genital.
Las mujeres africanas trabajan más que los hombres, de hecho, su único papel en las aldeas es el del trabajo con jornadas que se inician al amanecer y terminan con la caída del sol, un día detrás de otro sin descanso alguno. Sus funciones se limitan al trabajo y la maternidad, elemento fundamental en estas culturas, ya que la familia es el núcleo en torno al cual se desarrolla toda la vida de la aldea.
Cuanto mayor es el número de hijos e hijas, mayor reconocimiento social. El concepto de la belleza no tiene nada que ver con el occidental y está determinado por ritos iniciáticos y mágicos. Pero, no sólo tienen que soportar la total carencia de derechos, sino una costumbre transmitida de madres a hijas, conocida por Njongal jigeen y que conocemos por ablación, en sus diferentes modalidades, y se practica en mujeres entre 4 y 10 años.
Se realiza en una ceremonia, previa selección de las candidatas por parte del clan y una madrina. La herida se cubre con una cataplasma y para su cicatrización se utilizan plantas medicinales.