El movimiento feminista, durante años, ha reivindicado la dignificación de la mujer en la publicidad, ¿pero quién defiende al hombre?
La mujer y la publicidad no han tenido una buena relación, ya que siempre o en una gran mayoría de ocasiones, aparece como reclamo sexual u objeto. El feminismo ha criticado duramente esta actitud en el sector comercial y empresarial, pero no se ha analizado el papel del hombre en el mismo ámbito.
No debemos olvidar que la mente de las personas espectadoras, durante la publicidad, está totalmente relajada, es decir, no valora, no critica… Y eso tiene un efecto perverso. Si intentamos recordar spots publicitarios en los que aparecen los hombres, o bien representan posiciones de poder, cargadas de estereotipos masculinos que no responden a la realidad, privándolos de emociones y sensibilidad; o como seres torpes y limitados, incapaces de hacer dos tareas de forma simultánea. Son mostrados como personas inútiles en el ámbito doméstico o incluso ridículos, como en una campaña publicitaria para una marca de detergente en la que aparecían poniendo la lavadora mientras practicaban una sesión de areobic, que incluía una lista “sucia”, en la que sus parejas les hacían aparecer por no colaborar en las “tareas del hogar”.
La discriminación en la publicidad existe para ambos sexos, sólo que se aprecia de diferente forma. La mujer adopta roles de género y exposición física mientras que a los hombres se les atribuyen roles masculinos y, en su defecto, transmiten una imagen de incapacidad para desarrollarse en ámbitos diferentes al público.