Roma y Grecia, pasando por culturas orientales y americanas, emplearon la peonza como juego o con otras finalidades.

La peonza es uno de los juguetes más antiguos que perviven. Su origen es incierto, aunque se ha demostrado su existencia a orillas del río Éufrates, hace cuatro mil años. Las peonzas o "trompos" fueron juegos comunes entre griegos y romanos. Se han econtrado restos en excavaciones de Troya y Pompeya, que así lo certifican. Otras culturas orientales y americanas también lucharon contra el aburrimiento tratando de "hacer bailar" la peonza.

La peonza no ha sido utilizada, de manera exclusiva, como juguete. También ha servido para hacer rituales y algunos expertos afirman que se empleó, en algún momento histórico, para prender fuego.

En España se ha denominado de varias formas: "mona", "trompo", "piuca", "repión", "peona" etc. El diseño y los materiales de fabricación han evolucionado con el tiempo, aunque de manera diversa en cada continente.

En cualquier caso, este juguete siempre ha de terminar en punta, imprescindible para conseguir el efecto giroscópico y la "danza" de la peonza.  La cuerda con la que se enrolla el cuerpo del trompo suele llamarse "curricán", "soga", "soguilla", "guaraca", "látigo" etc.

El fundamento físico que explica el "baile" del trompo tiene que ver con la fuerza vertical que el suelo ejerce sobre la peonza. Dicha fuerza es idéntica al peso del objeto, por tanto, el resultado final es negativo y el juguete se mantiene en pie.

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