La festividad del Día de Todos los Santos encuentra diversas manifestaciones en las distintas partes del mundo.
El Día de Todos los Santos es una festividad de origen eclesiástico, que celebra la Iglesia Católica el 1 de noviembre para honrar a todos los difuntos que han subido al cielo; y en la Iglesia Luterana, en la Ortodoxa y en la Anglicana, este acontecimiento tiene lugar el domingo que precede a Pentecostés. En general, esta celebración sirve para otorgar un día especial a aquellos Santos que no disponen de una fecha señalada en el calendario.
En el caso del catolicismo, la tradicional fiesta de Halloween de origen celta era considerada una celebración “pagana”, con lo que el Papa Gregorio III fue el encargado de sustituir esa noche por el Día de Todos los Santos; que cambió su fecha en el calendario litúrgico al pasarla de del 13 de mayo al 1 de noviembre. El Papa Gregorio IV, por su parte, fue quien instituyó la festividad como universal.
El Día de Todos los Santos, a pesar de tener la misma esencia, se conmemora de manera diferente entre las distintas zonas. En España, la tradición es ir a visitar a los familiares o conocidos fallecidos al cementerio para llevar ofrendas de flores; y, posteriormente, degustar los frutos secos de temporada (castañas, nueces e higos) con los denominados “casamientos”; así como los dulces típicos como los buñuelos de viento y los huesos de santo de mazapán. En México, en Perú, en Colombia y en Guatemala, donde se celebran el Día de Todos los Muertos o el de los Fieles Difuntos, se suele ofrecer, además de las flores, los platos de comida favoritos de los difuntos a los que se homenajea.