La búsqueda de la perfección tiene una doble clara.
Recientemente se hablaba de las razones de un tenista de elite cómo Roger Federer para que haya dejado de ser el número uno, a pesar de seguir con su inmenso talento. Sin duda aparecen respuestas cómo la edad que impide seguir con el rendimiento previo, la llegada de otros tenistas más jóvenes para reemplazar el talento, y apareció un aspecto que me llamó poderosamente la atención, que era el exceso de perfeccionismo existente en los deportistas de alto rendimiento, que les sirvió para ser campeones en alguna época de su vida pero que ahora les estaba pasando factura.
El perfeccionismo tiene la doble cara de una misma moneda, por un lado te puede servir de incentivo para que entrenes más fuerte y mejores todo el tiempo, pero en el otro lado te impide aceptar los errores como un proceso natural de crecimiento, afectándote en tu rendimiento al desviarte de tu foco.
Esto último es lo que le ocurre a Federer quien cuando se encuentra ganando es infinitamente superior y nadie le puede ganar, mientras que cuando pierde o comete un error, su mente se desequilibra hasta el punto de que empieza a perder con jugadas que antes no le eran permitidas. Es el problema del perfeccionismo que si no acepta que se puedan cometer errores, influye para que su tradicional fortaleza mental se revierta en debilidad.
La solución, como siempre, es guardar el equilibrio entre el perfeccionismo y lo humano, entre el éxito y el fracaso, entre ver el error como un medio para seguir avanzando dentro de un ciclo infinito de aprendizaje, en vez de deprimirse porque no se es infalible. En tu vida te habrás enfrentado a situaciones similares de frustración, las cuales siempre deberá superar favorablemente, en la medida en que las veas como algo normal y las utilices para vacunarte y mejorar.