"Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él….” “Y Jesús después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos y vio al espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él".

Entre los proyectos de Dios estaba bien delineada la forma en que Jesús se mostraría al mundo. Estaba claro en las profecías, que antes de que Jesús hiciera acto de presencia  lo haría un precursor quién sería el encargado de presentarle a los judíos el mesías prometido. Ese hombre llamado Juan y apodado el bautista, vivió una vida consagrada apartada del mundo y con vestido de piel de camellos. Este hombre debía de ser reconocido por el pueblo como “la voz que clama en el desierto” y como un predicador capaz de preparar a las multitudes en el recibimiento del profeta de Dios. Su mensaje fue captado de tal manera que casi toda la ciudad de Jerusalén bajó a las aguas del río Jordán para ser bautizado por él. Además, escuchaban el mensaje poderoso que señalaba a la gente como debían de vivir a partir de su bautismo. Hubo tal entusiasmo que lo señalaban como el mesías prometido, pero Juan no se envaneció. La fama no lo dañó, no se dogmatizó, no usurpó cargos en el proyecto de Dios. El testimonio de Juan el bautista fue tan limpio, tan fiel, que el mismo Jesús lo señaló como el mejor nacido de una mujer.

En muchas ocasiones tuvo que insistirle a la muchedumbre diciendo: “No soy yo (el mesías). De tras de mi viene uno del cual no soy digno de desatar la correa de su calzado. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.

Unos pocos días después ve venir un hombre con rostro real y levantando su mano lo señaló declarando: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

Finalmente cuando Jesús cumplió con el bautismo en el momento en que subía de las aguas se abrieron los cielos y descendió el Espíritu de Dios en forma de paloma sobre él diciendo: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia” (Mateo 17) RV. Con este pasaje queda claro que todo creyente debe cumplir, tal como lo hizo Jesús, con el bautismo por inmersión.    

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