"...Y vió Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la Tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal…"

De este capítulo casi nadie quiere saber, encontramos el crecimiento y la abundancia de hombres y mujeres que solo pensaban en la carne. Cuando digo pensar en la carne me refiero a un desenfreno humano de ir siempre en busca de los placeres mundanales que, según ellos, es más agradable que estar pensando en el espíritu, la salvación y la santidad como la vemos hoy en día.

En el caso de aquella civilización en la que vivió Noé y su familia, Dios hizo un recuento y descubrió que el grado de pecaminosidad era tan alto que solo un hombre llenaba los requisitos de continuar viviendo en la Tierra, después que Dios aplicara los planes que ya tenía previsto.

Solo hay un término que no convence y es el arrepentimiento de Dios de haber creado al ser humano y a los animales que le acompañaban en la Tierra. Posteriormente en el libro de Samuel nos dice que Dios no es hombre para que se arrepienta (1 Samuel 15:29). Aún, si hubiera sido cierto, siempre estuvo atento a cada uno de los hombres de aquella generación hasta encontrar a uno que, como Enoc, cumplía los requisitos de ser salvado.

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