“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: he aquí, que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
La descripción que hace el profeta Isaías de una mujer virgen, que dará a luz un hijo, sin haber ésta tenido relación alguna con hombre, es de por sí maravillosa. Pero si además indica cómo se llamaría la criatura, es totalmente convincente para que nuestra fe nazca o aumente.
Yo me pregunto cómo logró Dios identificar a la joven capaz de llenar los requisitos implícitos en el proyecto de traer al mundo a un ser divino. Analicemos cómo los evangelios de Mateo y Lucas describen por su cuenta la entrevista del ángel Gabriel con la joven María. (Mateo 1:18-25) DHH.
Quien lea este pasaje se da cuenta que Mateo, quien le escribía a los judíos, trata de darle mayor importancia a José que a María. En su actitud se nota un machismo (algo disimulado) y esto le resta importancia y belleza a lo que realmente sucedió. Sin embargo, analicemos lo que aparece escrito en el evangelio de (Lucas 1:26-38) DHH. En esta porción del libro de Lucas se encuentra el momento cumbre de la entrevista del ángel con María. Aquí no se va a producir un interrogatorio donde María debía declarar cómo vivía. La investigación estaba hecha hacía años y el resultado fue hallar una perfección total del ser humano sobre María. Desde su cuerpo físico incluyendo su mente, eran intachables. El mal que azotan a todo ser humano, no había hecho ninguna marca en ella. Por eso el ángel la encuentra en la casa paterna, sola, trabajando y exhibiendo un rostro de santidad y de paz. El saludo es todo un premio: “¡Salve María, el Señor es contigo, no temas, llena eres de gracia de Dios”.
A pesar de las palabras del ángel, María no puede entender lo que le está sucediendo y mucho menos la noticia recibida por el ángel. ¿Cómo puede ser esto si no conozco varón? Respondiendo el ángel: para Dios no hay nada imposible. Entonces dijo ella: hágase en mí su voluntad.
Quiero terminar esta reflexión comentándole que en aquellos tiempos una mujer comprometida para casarse, era un compromiso matrimonial desde el momento que acordaban iniciar esa relación con vista al matrimonio. De modo que ese inexplicable embarazo de María podía ser suficiente para acusarla de adulterio y ser condenada a muerte por apedreamiento. En el caso de María quien asumía toda responsabilidad era Dios. Por lo tanto que las únicas dos personas que conocían el misterio del nacimiento de Jesús eran María y José, y ambos guardaron silencio.