La danza contemporánea cubana tiene una expresión especial en Fausto, esta obra de Shakespeare.
Coreografía: Víctor Cuéllar
Música: Sergio Vitier y Orquesta de Danza Contemporánea de Cuba
Sobre el original de William Shakespeare, el coreógrafo toma la historia original para acercarla a nuestra realidad actual.
Fausto, que vende su alma al diablo para mantenerse eternamente joven, se encarna en el rol del maestro, y Margarita en el de la bailarina, presentando como principal conflicto, el amor, como principio y fin de la existencia humana.
En esta obra, la escenografía entra a jugar un papel fundamental. Inicialmente la escena se convierte en una clase de danza, con bailarines que irrumpen en el espacio con su ir y venir. He aquí la originalidad que caracteriza las obras de este creador, siempre con un particular sentido de la autenticidad.
Justo en el primer encuentro entre Fausto y Margarita, una atmósfera de intimidad se hace presente. El círculo se cierra y en la escena del infierno, la utilización de los telones, entre los claros oscuros de las luces, intensifica el carácter dramático que caracteriza a las obras de Shakespeare. Un factor a tener en cuenta en esta obra es el trabajo del cuerpo de baile, el tratamiento del espacio y el rejuego con la música, magistralmente recreada, logran una fusión donde cada pieza encaja en perfecta armonía.
Entre los roles principales esta obra, se destaca la interpretación de Manuel Vázquez y Luis Roblejo en el personaje de Fausto, Dulce María Vale y Gisela Gonzales en el rol de Margarita, y además a Regla Salven y Vanesa Vas en el de las brujas del infierno, intérpretes de un excelente dominio técnico y admirable madurez escénica.