A pesar de que estos dos dulces a simple vista son muy parecidos, la verdad es que son muy diferentes.
La magdalena, un dulce tradicional de los desayunos españoles, tiene su origen en un pastel francés que tenía forma de concha, la madeleine. Son esponjosas y normalmente se aromatizan con limón o naranja.
El muffin más purista, por su parte, tiene su origen en Reino Unido, y consiste en un dulce redondo, que se sirve caliente, con mermelada y nata agria, para acompañar el té. No obstante, cuando pensamos en un muffin, lo hacemos en el americano, muy parecido visualmente a nuestra típica magdalena, pero más compacto y húmedo, y que suele incorporar trozos de frutas o chocolate.
Ambos se elaboran con huevo, harina, azúcar y una grasa, pero profundicemos aún más en las diferencias. Las magdalenas se elaboran con aceite, mientras que los muffins incorporan a la masa mantequilla, pero además, en la magdalena se va buscando la esponjosidad, por lo que los huevos se baten de forma que entre mucho el aire. Los masa de los muffins, por su parte, se bate mucho menos y, en ocasiones, se le agrega nata, por lo que el resultado final es más compacto aunque también más húmedo.
Otra de las diferencias fundamentales entre magdalenas y muffins es el copete. La magdalena tiene un gran copete que se forma durante el horneado, pues la masa sube mucho, el muffin es mucho más chato.
Finalmente, la magdalena tradicional suele ser de naranja o limón, aroma que se consigue añadiendo la ralladura de dichas grutas a la masa y, a veces, su zumo. El muffin tiene múltiples variaciones y suele incorporar trozos de fruta, frutos secos, chocolate, caramelo e, incluso, son habituales en versión salada, con bacon, queso, tomate o calabacín.
En lo que sí que no se diferencian es en que, muffin o magdalena, ¡ambos son deliciosos!
Imágenes: steefafa, Back to the Cutting Board