Una herramienta clave del piloto en la Fórmula 1 es el volante.
No tiene nada que ver con un volante de un coche de calle. Mas allá de lo que suele ser un volante normal, el mando del mecanismo de dirección del coche en un Fórmula 1 es más parecido a un ordenador. Un mecanismo complejo, lleno de botones y múltiples dispositivos electrónicos. La función de estos dispositivos no es otra que intercambiar información entre el piloto y la cabina de mando, ya sea con el ingeniero del propio piloto, el ingeniero de pista o para cualquier otra información que requiera ser transmitida en ese preciso instante, y sin necesidad de que el coche pare.
Con la aparición del cambio de marchas semiautomático, en la parte posterior del volante, comenzó una transición para colocar todos los botones lo más cerca posible de los dedos de los pilotos. Lo segundo en aparecer, fue el botón de punto muerto y la radio para la comunicación del piloto con los boxes. Exceptuando los pedales del acelerador y el de los frenos, el resto de botones se encuentran en el volante.
En la mayoría de los casos, suelen ser muy complejos; con lo que es difícil saber la cantidad de funciones que tienen los volantes. Estos varían su función y el sitio según cada escudería. Entre los más conocidos y menos complicados, está el botón de la habilitación del sistema de limitador de velocidad para cuando pasan por el carril de boxes. Hay controles para autoblocante del diferencial, el reparto de frenada, la gestión electrónica del motor, el control del gasto de combustible y aceite, etc. Además, dispone de una o varias pantallas para visualizar las ordenes, así como para ver otros datos, como la velocidad o los tiempos por vuelta.
Una de las normativas relacionadas con el volante es que la FIA exige que el conductor sea capaz de salir del coche en cinco segundos, lo que con lleva que el volante debe poderse desconectar rápidamente. Estos volantes se fabrican artesanalmente, usando el mismo material que el del monoplaza, la fibra de carbono, y con un peso de poco más de dos kilogramos. Todo esto, le hace ser una pieza sofisticada, fundamental y de un coste muy elevado.
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