El usufructo es el derecho de una persona a utilizar los bienes de otra persona con la obligación de conservarlos. El usufructuario es quien tiene ese derecho.
Usufructo y usufructuario son términos que nos pueden parecen muy técnicos, demasiado “jurídicos” y lejanos pero que, realmente, no lo son. De hecho, es una situación con la que nos podemos encontrar más habitualmente de lo que pensamos.
El usufructo es el derecho de una persona a utilizar los bienes de otra persona con la obligación de conservarlos. El usufructuario es quien tiene ese derecho.
¿Sigue sonando extraño? Pongamos un ejemplo. Pensemos en nuestros padres. Al fallecer uno de ellos, el otro va a seguir utilizando la vivienda común. En teoría no podría hacerlo, porque al fallecer uno, sus bienes pasarían a los hijos (y entre ellos, la mitad de la casa). Sin embargo, el cónyuge suele seguir utilizando la casa hasta su fallecimiento o hasta que la abandone.
En ese caso, es un usufructuario porque utiliza un bien ajeno (la mitad de la vivienda) como si fuera suya aunque no lo sea.
El usufructuario no puede venderla ni introducir modificaciones importantes sin autorización de los propietarios.
Cuando termine el usufructo, los propietarios recuperarán la vivienda con plenas facultades sobre ella. En definitiva, es una especie de alquiler a largo plazo, salvando las distancias.
Este derecho no es algo nuevo, sino que tiene más de dos mil años. Los romanos ya lo utilizaban.