Cuando los jóvenes bailarines llegan a la pubertad se produce un crecimiento óseo muy importante.
En las chicas, esto suele ocurrir entre los 13 y 16 años, mientras que en los chicos tiene lugar entre los 14 y los 17 años. Puede que se sucedan varios tirones o, por el contrario, que se produzca uno muy importante durante la adolescencia.
El crecimiento óseo tiene lugar en la placa de la epífisis, una zona de cartílagos entre la diáfasis (el centro) y la epífisis (la extremidad) de un hueso largo. Una vez que el crecimiento llega a su fin, el hueso se endurece (se osifica) y el cartílago desaparece. Algunos huesos se osifican del todo a los 11 años (por ejemplo, los de los dedos de los pies), mientras que otros no terminan de crecer hasta los 25 años (por ejemplo, partes de la muñeca y de la pelvis).
Las placas de crecimiento son vulnerables a las consecuencias que puede producir el impacto alto, el cual podría provocar una deformidad en el hueso o que éste dejara de crecer. A pesar de que un daño de este tipo no es muy común, se aconseja evitar el impacto alto sobre los huesos, como una carga excesiva de saltos, durante la niñez y la adolescencia, mientras que los huesos aún están creciendo. Un entrenamiento intensivo puede ocasionar un crecimiento lento de la placa en el joven bailarín. Por este motivo, los menores de 11 años no deben asistir a un número excesivo de clases a la semana.