La motivación es una de las grandes preocupaciones de las empresas y de los empleados. De ahí su importancia para la economía.
La motivación se está convirtiendo, cada vez más, en el resultado de un esfuerzo diario, necesario para mantenerse activo y productivo tanto en la vida laboral como en otros ámbitos de la vida cotidiana.
Podemos definir la motivación como un proceso psicológico que nos mueve a la acción para alcanzar un objetivo y que se retroalimenta con la práctica. Es universal, es decir, común a todos los seres humanos, sin embargo se manifiesta de forma diversa, según las trayectorias de vida, condiciones sociales y culturas.
La motivación siempre depende de factores internos (salud, personalidad, valores, creencias...) y externos (condiciones naturales, sociológicas y culturales); sin embargo, en cada época la sociedad concede más importancia a unos factores que a otros o establece una relación de orden distinta entre ellos.
Posiblemente, está acabando una época en la que la motivación se ha entendido por muchos como "resultado" de unas buenas condiciones laborales y de vida; y estamos entrando en una nueva en la que estar motivados ya no se considera principalmente un output, sino un input, una condición previa para acceder, no sin mucho esfuerzo, a una función retribuida en el sistema productivo -y para mantenerse en ella-, ya sea como empleado o, cada vez más, como autónomo/emprendedor/empresario.
Así, la capacidad de automotivarse tiende a considerarse una competencia existencial básica, con efectos particularmente en el ámbito económico y laboral. Sin embargo, es dudoso que esa capacidad pueda desarrollarse sin la colaboración de un entorno estimulante que ofrezca sentido, recursos, oportunidades y recompensas para que la motivación sea posible.
De hecho, existe ya un sector económico o un conjunto de industrias que proporcionan recursos al individuo para que pueda sentirse y actuar con mayor motivación: empresas farmacéuticas que proveen de vigorizantes, antidrepresivos, ansiolíticos, etc.; editoriales que ofrecen literatura de autoayuda, espiritualidad y estilos de vida; la psicoterapia, el coaching… Indirectamente, podemos referirnos también a los servicios de estética y cuidado personal, la formación, el turismo y el ocio estimulantes, etc. En un sentido más general, la estimulación de la libido y la incitación al consumo pueden considerarse factores de motivación personal en el contexto de la Sociedad de Consumo.
Es decir, en torno a la motivación empresas diversas ofrecen una amplia gama de productos y servicios donde el consumidor o usuario busca, de forma más o menos consciente, estímulos que potencien su motivación para ir en pos de metas a menudo relacionadas con la búsqueda de mayor seguridad económica, capacidad de consumo, aceptación social y/o bienestar.
Ahora bien, cabe preguntarse si la necesidad de motivación que expresan millones de personas en las sociedades tecnológicamente desarrolladas puede encontrar respuestas eficaces y duraderas sólo (o principalmente) a través de la sociedad de consumo y de los mecanismos de mercado; e, incluso, conviene dudar de si estas respuestas pueden tener efectos duraderos.