Las costumbre de intercambiar huevos de chocolate el Domingo de Pascua, también conocido como el Domingo de Resurrección, tiene su origen en el siglo XIX, aunque la idea se remonta a varios siglos atrás.
Y es que, aunque muchos piensan que la tradición de regalar huevos de Pascua es sólo un resultado más del consumismo, lo cierto es que esta costumbre se remonta al siglo IX. En este tiempo, la Iglesia Católica prohibió el consumo de huevos durante la Cuaresma, basándose en considerarlo equivalente a la carne. Los católicos, a sabiendas de que echarían a perder los huevos que recolectaran durante la Cuaresma, se inventaron una buena estrategia para conservarlos en buen estado: los cocían, los recubrían de una capa de cera líquida muy fina y los pintaban para diferenciarlos de los huevos frescos. Una vez finalizada la Cuaresma, el Domingo de Pascua, los católicos se reunían e intercambiaban los huevos como símbolo de vida nueva, en referencia a la resurrección de Jesucristo.
A partir del siglo XIX se introduce una diferencia para el recocijo de los más golosos: en lugar de regalarse huevos de gallina o de pavo, se regalaban huevos de chocolate, tradición que ha pervivido hasta la actualidad y ha dado origen, a su vez, al conejo de Pascua, que esconde los huevos de chocolate para que los niños los busquen durante el Domingo de Pascua.
Imagen: Amanda Schutz