Muchas veces las utilizamos como sinónimos, pero no lo son, y estos matices diferenciadores son especialmente importantes en el ámbito empresarial.
Y es que existe una diferencia acusada entre ser un empleado eficaz y ser un empleado eficiente. El empleado eficaz cumple su objetivo sin tener en cuenta los recursos que utiliza, mientras que el empleado eficiente lo hace con el menor número de recursos posible.
Entre eficiencia y eficacia existe relación, sí, pero es unidireccional, de eficiencia a eficacia: una persona eficiente es eficaz al mismo tiempo, pero una persona eficaz no es necesariamente eficiente. Lo veremos más claro con un ejemplo: dos empleados tienen la tarea de repartir 50 cajas en diez puntos de dos ciudades. El trabajador eficaz cumple su objetivo al finalizar su jornada laboral porque no ha tenido en cuenta las rutas que tomaba para optimizar su tiempo y combustible, es decir, tarda 8 horas en completar su trabajo y gasta 35 litros de combustible. El trabajador eficiente, por su parte, ha planificado un recorrido para optimizar el gasto de tiempo y combustible y, como resultado, ha tardado 6 horas en completar su trabajo y ha gastado 28 litros de combustible.
Por lo tanto, a cualquier empresa le interesará tener en su plantilla personas eficientes, no solo eficaces y, en este caso, para conseguir trabajadores eficientes, son muy importantes las actividades formativas de la empresa y los incentivos para el trabajador. De esta forma, conseguiremos que los trabajadores se sientan implicados con nuestro negocio, valoren nuestro trabajo y optimicen los recursos que utilizan.