La forma más elegante de vestir una mesa es con un único mantel en color blanco o crudo y que caiga, al menos, la mitad de la distancia entre la mesa y el suelo.
La forma más elegante de vestir una mesa es con un único mantel en color blanco o crudo y que caiga, al menos, la mitad de la distancia entre la mesa y el suelo. Ahora se han puesto de moda los manteles individuales, pero vamos a ceñirnos a la forma más tradicional. Siempre es conveniente cubrir la mesa con una tela gruesa para amortiguar el ruido de la vajilla y la cristalería.
Empezaremos colocando los bajoplatos, muy cerca del borde de la mesa. Encima colocaremos el plato que vayamos a usar en primer lugar, siendo sustituido por los siguientes platos al ser servidos. Nunca pondremos dos platos llanos uno encima de otro ni un plato hondo directamente sobre la mesa.
La cubertería se colocará de acuerdo con el orden en que vaya a ser utilizada, es decir, el que se use primero estará más alejado del plato. Los tenedores los situaremos a la izquierda del plato, y los cuchillos y cucharas a la derecha.
En cuanto a la cristalería, colocaremos en la mesa dos copas, una para el vino y otra de mayor tamaño para el agua, que se colocará a la izquierda. Podemos colocar dos copas de vino en lugar de una si vamos a servir diferentes tipos de vino. Lo importante es no recargar la mesa de copas que podrían molestar a los comensales.
La servilleta se coloca encima del plato o a su derecha, dobladas de forma sencilla y sin servilleteros.
Por último, podemos recurrir a las flores para decorar, pero hay que tener en cuenta que no pueden ser olorosas y no deben entorpecer la visión ni la conversación en la mesa.