El invierno no es una excusa para no ponernos en marcha.
Salir a correr en invierno sin la ropa adecuada es un riesgo, pero no puede servirnos de excusa para saltarnos nuestro entrenamiento, pues la solución es vestirse adecuadamente.
Para ello, utilizaremos la “técnica de la cebolla”, es decir, nos abrigaremos por capas, de forma que si el tiempo cambia, podamos ir deshaciéndonos de esas capas. Es especialmente importante que utilicemos prendas específicamente orientadas a la práctica de ejercicio, es decir, realizadas con un tejido transpirable, que evacue el sudor, pues si utilizamos ropa que guarde la humedad, nos ganaremos el temido resfriado incluso yendo bien abrigados.
Una vez que tengamos claro qué tipo de ropa buscamos, el siguiente paso es escoger tres capas, que nos servirán para abrigar el tronco superior. La primera capa debería ser una camiseta térmica, ligera, mientras para la segunda capa, es fundamental un cortavientos, esto es, una sudadera de un material impermeable, para protegernos de la lluvia, recubierta en su interior por un tejido que guarde el calor. Si vives en una zona donde no hace demasiado frío, estas dos capas serán suficiente para salir a correr, pero si no es el caso, deberías sumar una tercera capa: una chaqueta o un chaleco ligero, que te proteja totalmente de la intemperie.
Para las piernas, lo ideal es una malla térmica, que ya aglutina las capas de calor y protección en una sola prenda. Y, para completar el equipo, no te olvides de elegir unos guantes transpirables, una braga para el cuello, pues la garganta en invierno siempre debe mantenerse protegida aunque tengamos calor, y unas orejeras para evitar el dolor de oídos. Además, no puedes olvidarte de unas buenas zapatillas, impermeables y con suela antideslizante, específicas para la lluvia y el frío.
Si quieres merecerte ese chocolate calentito cuando llegues a casa, ¡corre y abrígate!
Imagen: Michael Krigsman