Las glosas halladas en San Millán de la Cogolla y Silos muestran los primeros indicios de evolución del latín hacia la actual lengua castellana.
El castellano nació en la Península Ibérica al evolucionar el latín, que permanecía instalado desde la ocupación romana. Aunque la cuna de nuestra lengua debemos situarla en la actual Cantabria, en un conjunto de condados pertenecientes al Reino de León, los primeros textos que se conservan aparecieron en los monasterios de Silos y San Millán de la Cogolla (La Rioja).
En el siglo X (tal vez en el siglo XI, según últimas investigaciones), los monjes de estos monasterios se encargaron de escribir una serie de anotaciones, denominadas glosas. Por medio de éstas, los religiosos trataron de "traducir" ciertos términos de la lengua latina al romance, para mejor comprensión de quienes no entendían determinadas acepciones de la lengua que introdujeron los romanos. De esta manera, se inició una lenta evolución hasta nuestro actual castellano.
Las primeras glosas aparecieron añadidas a los textos de un códice latino, catalogado como Aemilianensis 60, del monasterio de San Millán de la Cogolla. Estas joyas literarias permanecieron durante siglos en la biblioteca del monasterio. Fue en el siglo XX cuando alguien se percató de la trascendencia de tales escritos.
A pesar de contar con la ayuda de las glosas riojanas, resulta muy difícil precisar cuándo nació el castellano de forma precisa. Seguramente, la nueva lengua romance era utilizada, por el pueblo, muchos años antes de ser escritas las anotaciones de Silos y San Millán.
Por otra parte, algunos estudiosos estiman que la lengua de las glosas emilianenses no es el castellano, sino el navarro-aragonés. Se pone en cuestión, de esta forma, la consideración de los dos monasterios riojanos como "cunas del castellano".