El citrino ha sido a lo largo de la Historia una piedra muy valiosa que se utilizaba como talismán.

Proviene de la familia del cuarzo y se trata de una de las piedras preciosas más asequibles. Su nombre deriva del latín “citrus” (limón), debido a su caprichoso color amarillo.

 

El color del citrino varía en función de su contenido en óxido de hierro, lo que, a su vez, le confiere un brillo excepcional, que se consigue intensificar aún más a través de la talla. Ésta se realiza normalmente en seis caras desiguales, aunque la talla más bella es la portuguesa, que se hace en más caras y proporciona a la gema una apariencia casi redonda.

 

Los depósitos más importantes están en Brasil y el ejemplar más valorado es el conocido como “citrino madera”, de un excepcional todo dorado.

 

Debido a su llamativo color, el citrino se asociaba en la Antigüedad a las deidades del Sol. Se creía que contenía la energía del Astro Rey y se relacionaba con la abundancia. También era utilizado como talismán, pues se pensaba que protegía contra pesadillas y enfermedades y que atraía a la suerte y la felicidad.

 

Los guerreros escoceses, durante la guerra contra los ingleses, llevaban a la batalla un amuleto en forma de broche con un citrino. Lo utilizaban para sujetar el manto de lana (plaid) que les servía de abrigo y, tras la muerte del guerrero, servía de pago para su entierro.

 

Actualmente lo encontramos en diferentes formas y tamaños y, a pesar del tiempo que ha pasado, sigue asociándose a la energía positiva.

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