Hay mucha confusión con estas tres posibilidades a la hora de enfrentarnos a la decisión de si apoyamos o no a algún partido político en unas elecciones.
Para empezar, hemos de aclarar que la abstención, el voto en blanco y el voto nulo no son lo mismo y, por lo tanto, no producen los mismos efectos.
La abstención, no ir a votar, no tiene ningún efecto sobre los resultados, no suma, al igual que el voto nulo. Si bien, en este caso, sí que se produce el voto, aunque no siguiendo las reglas. Un voto se considera nulo cuando el sobre contiene dos papeletas de diferentes candidaturas, cuando en la papeleta hay más marcas de las que debería o cuando, simplemente, en lugar de una papeleta encontramos un documento que no debería estar ahí. Como hemos mencionado, el voto nulo no afecta al reparto de escaños, no beneficia ni perjudica a ningún partido.
Por su parte, el voto blanco, cuando dentro del sobre no hay ninguna papeleta, sí tiene efectos en el conteo final. Y es que se suma en el reparto de escaños al resto de votos obtenidos por los partidos candidatos. En España, según la Ley D'Hondt, el porcentaje mínimo para tener representación es un 3% en las elecciones generales y un 5% en las locales, por lo que un elevado número de votos en blanco, supone aumentar considerablemente las posibilidades de llegar a ese mínimo.